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HOLLYWOOD ENTRA EN GUERRA

Realidad, ficción, o un poco de cada. Cuando Larry Levison estrenó en 1997 La cortina de humo (Wag the dog el original) seguro que no sabía que, meses después, su ficción iba a convertirse en realidad: Robert de Niro y Dustin Hoffman iban a dejar paso al presidente Bill Clinton y su “desliz” Mónica Lewinski.

Como en el caso del primer presidente americano en bailar La Macarena, el film relata cómo el máximo mandatario estadounidense se ve envuelto en un escándalo sexual que puede acabar con su carrera política en plena campaña para la reelección. La maquinaria propagandística se pone entonces en marcha y, para ello, nada mejor que contratar los servicios de uno de los mejores productores de Hollywood para que actúe de “fontanero” (“Nuestro trabajo es como el de un fontanero, si haces bien tu trabajo nadie se entera, sólo si la jodes te llevas toda la mierda”). ¿El objetivo? Emplear un viejo truco de la política: la distracción. Y no hay nada que pueda distraer más que una guerra. En su época, Clinton debió tomar buena nota de ello porque, durante los meses que duró el proceso por su affaire, se dedicó a bombardear Afganistán y Sudán… ¿o es que realmente no fue así?.

Durante la Guerra del Golfo, esa que la CNN quiso vender como la primera guerra en directo y que se convirtió en un espectáculo que reunía a la familia delante de la TV con palomitas, no se vio ni una sola imagen de heridos o muertos. Una guerra perfecta, se podría pensar. “Durante la Guerra del Golfo la única imagen que teníamos era la de una bomba entrando por una chimenea y una explosión. Ni un solo combate. ¿Quién dice que no era una maqueta?...Yo no lo sé, ¿pero qué más da?”, afirma de Niro, que actúa en el film como un hombre fuerte del Presidente. Y por ahí comienza el curso de la historia, en el arte de cómo inventar una guerra hasta que pase el temporal que acecha la Casa Blanca.

Para la guerra, lo primero es buscar un enemigo que, como en el caso de Clinton con Sudán y Afganistán, cuanto más lejano y desconocido, mejor. Es esta ocasión, la toda peligrosa Albania será el enemigo número uno de EEUU. Se simula en unos decorados el lanzamiento de bombas y se distribuyen las imágenes. A partir de ahí, el devenir de la historia es un flujo que se reorienta en función de las circunstancias. Y todo en virtud de dos máximas: el control de la información por parte del gobierno y el servicio de los medios en un afán de patriotismo.

A lo largo de la película se muestra a un Estado que gestiona el flujo informativo de todo el país, recordando al control ejercido en el medievo con la aparición de la imprenta por parte de los reyes y príncipes. Lo hacen desde dentro: surtiendo de informaciones a todos los medios, informaciones que crean ellos mismos y que, para mayor veracidad, periodistas que ellos mismos infiltran (los que luego le hacen al Presidente las preguntas que a éste le conviene para dar explicaciones) se encargan de admitir. No falta de nada en la historia: escenas como la de una mujer escapando de las llamas, terroristas albaneses en la frontera con Canadá, un soldado atrapado por el enemigo… Pero, ¿y los medios? ¿Permanecen impasibles?.

Como ha ocurrido en varios mo

mentos de la historia (desde las guerras mundiales a los hechos del 11S), que un medio estadounidense sea crítico con alguna guerra impuesta por la Casa Blanca es un hecho que se tacha como antipatriótico. En la película, por ejemplo, no hay un solo medio que envíe un corresponsal a la “guerra” contra Albania. Es más, la competencia entre ellos les lleva a una lucha por potenciar el espectáculo y ganar la batalla de la audiencia.

Sólo un elemento puede perturbar el montaje: el ego del propio productor. “¿Quién va a saber lo que hemos hecho?...Lo que debe llenarte es la gratitud de tu partido y tu presidente”. “¿Qué te ha hecho a ti la TV? Destruir el proceso electoral”. El productor se da cuenta de que esta envuelto en una vorágine de la que difícilmente podrá salir…

Un film que pudimos convertido en realidad, crítico con el sistema mediático estadounidense y el servicio que presta al Estado y donde, una vez provocada la guerra (caso de Irak), después da igual que los motivos que condujeron a ella fueran reales o no… que para eso es un espectáculo ¿verdad?.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues muy bien escrito,porque en los últimos años salvo canales como Al Jazeera siguen emitiendo imagenes como las de la pelicula, además los medios de comunicación están controlados por el ejército de EEUU en las zonas de guerra y siempre muestran lo que a EE.UU le interesa.

Anónimo dijo...

Los periodistas teneis el mundo en vuestras manos, ni Obama ni leches de los EE.UU....jejeje

Anónimo dijo...

Que razón teneis, cuando los de arriba meten la pata, nos agitan un señuelito en la cara para que apartemos nuestra mirada de lo que realmente importa.

Franciso Gálvez dijo...

La verdad es que impresiona la fecha en la que salió al cine y cuando ocurrió el tema de Bill Clinton. Blanco y en botella, meterse en una guerra para distraer la atención del personal de un tema "correoso" que tuvo. Lástima que la guerra no fuera de mentira, sino que fue real, que a mi tío le tocó estar en Bosnia una buena temporada. Buen blog chicos!

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